El Mes de
los Difuntos: costumbres de Noviembre en Coria del Río durante en el s. XIX
Durante el
mes de noviembre la Iglesia Católica recuerda de manera especial a los
Difuntos, personas que han partido de este mundo para pasar a la vida eterna,
animando a ofrecer oraciones y sacrificios por su salvación eterna si es que
están aún purgando sus pecados en vida en el lugar o estado de “Purgatorio” .
La Iglesia cree que en el purgatorio, el alma sufre en preparación al cielo y
anima a rezar por quienes están allí, si es que en vida no han sido purificados
aun en el amor de Dios de sus mayores faltas, para luego pasar al cielo. La
celebración sucede durante el otoño para simbolizar al difunto con la muerte de
la naturaleza representada en las hojas caídas de los árboles y la transición
del verano al invierno.
El primer día del mes de noviembre la Iglesia
celebra la Fiesta de Todos los Santos para recordar a cuantos de manera anónima
gozan de la presencia de Dios (los Santos). El segundo día del mes, en la
conmemoración de todos los Fieles Difuntos, y por tanto también el día de las
Animas Benditas del Purgatorio. El día 1 de Noviembre es una fiesta de alegría
por Todos los Santos que ya gozan de la compañía eterna de Dios, mientras el
siguiente Día de los Difuntos es un día de conversión, de reflexión, de dolor
teñido de esperanza por el rescate de las almas que aún no gozan de la
presencia de Dios en el Cielo. Por extensión el resto del mes de noviembre es
el Mes de los Difuntos, un mes para recordar las almas de los muertos todavía
“estado de purificación”, así como las almas de los santos que han logrado el
cielo. La Iglesia invita a los cristianos a tributar nuestro recuerdo, a rezar
por los que nos han precedido y han compartido sus vidas con nosotros. Ellos
fueron bautizados e incorporados a la Iglesia aunque separados hoy
temporalmente de nosotros por la muerte, pueden estar necesitando de nuestra
ayuda por la oración y sufragios ofrecidos por ellos, al mismo tiempo los
difuntos pueden ser nuestros intercesores ante el Señor.
En este
tiempo tomaba un gran protagonismo la Cofradía de la Animas Benditas del
Purgatorio, sus rosarios y rituales, representada en Coria del Río por una
agrupación de fieles devotos.
Vamos a
tratar de las costumbres de estas fechas de Noviembre. En la última semana de
octubre los monaguillos acudían a las diferentes casas del pueblo con grandes
canastas pidiendo los llamados 'tosantos', que no eran otra cosa que pan,
embutidos y otras dádivas, donde no podían faltar los frutos del otoño, como
castañas, nueces, higos secos, granadas, membrillos y algún que otras veces el
fruto rojo del madroño o las dulces azofaifas. Eran obsequios que los
monaguillos compartían con el sacristán y que tenía por objeto compensarles del
trabajo extraordinario de estar tocando durante toda la noche del día uno y
todo el día 2 de noviembre por los difuntos. Por otra parte en Noviembre la
Cofradía de las Ánimas organizaba en diversas ocasiones el Rosario de Ánimas.
El día de
Todos los Santos el 1 de Noviembre era un día de celebración festiva precedido las visperas como era habitual para las grandes ocasiones por el repique general de todas las campanas. Ya en el día de Todos los Santos que no se trabajaba por la mañana la
gente acostumbraba ir de gira al campo a comer, sin embargo al caer de la
tarde la gente acostumbraba a poner un farol o una vela protegida del viento toda la noche en las ventanas de las casas en señal de duelo y recuerdo de sus difuntos. En ese mismo momento es decir en la víspera del día de los Difuntos después del rezo de la
Novena de Ánimas ya salía el Rosario de Animas recorriendo las calles del
pueblo. El cortejo hacía estación a retablos callejeros de ánimas, cruces e
incluso al cementerio. El cortejo se organizaba desde principios del siglo
XVIII estaba presidido por un cura junto al Simpecado de la cofradía, morado
con un lienzo en el centro representando las Ánimas Benditas. En este rosario
no había más instrumento que unas campanillas que tañía el coro de los cofrades
que iba en medio del cortejo. También durante el rosario el coro cantaba
responsos y coplas sobre el tema de la muerte, mientras otros cofrades pedían
limosnas al pueblo que presenciaba el cortejo. El Rosario se celebraba durante
los nueve días de la Novena de Difuntos u otros días señalados del mes de
Noviembre en particular los lunes. El día posterior a la Novena, es decir a
partir del diez de noviembre se celebran por la mañana (como siempre era
costumbre hacer las misas) tantas misas en sufragio de las ánimas como se
pudiese según la limosna recaudada en los Rosarios de los días anteriores. El
Rosario de Animas salía en ocasiones en la tarde-noche y otras veces al clarear
el día el tras el toque de Oraciones (hora Prima). Los Rosarios callejeros de
Ánimas inician a declinar en la segunda mitad del XIX, y a partir de entonces
la devoción se limita al interior de la iglesia durante el mes de noviembre,
donde se seguían cantando las coplas de Ánimas.
Como hemos
indicado el día “Tosantos” era una fiesta tanto religiosa como laica que
concluía a la tarde en que empezaba las vísperas del Día de los Difuntos con el
doblar de las campanas y las ventanas iluminadas con velas especialmente en las casas donde había fallecido recientemente algun familiar. El Día de Todos los Santos, en cierto modo era un día
para celebrar la vida, la tradición mandaba que la gente saliese al campo
portando un macuto o canasto con frutas y frutos secos con que pasar el día a
esto se le llamaba la “castañá” o “ir a echar los santos”. En cambio desde el
anochecer se tocaban las campanas a duelo durante toda la noche y durante el
día completo para recordar a todos, el rezo en ese día por los seres queridos
que les habían dejado y el deber de honrarlos. A veces para pasar la noche de
los Santos se encendían candelas en las calles y plazas alrededor se reunían
las familias, allí se asaban sardinas o boniatos y la comida se regaba con
mosto, vino dulce o aguardiente. También se hacía una “castañá” o “tostoná” de
castañas asadas en el fuego. La gente apenas si dormia esa noche y ya durante el día dos de Noviembre Día de los Difuntos se acudia a misa especialmente a la primera misa de la mañana al clarear del día que se solía celebrar junto a la Cruz central del Cementerio donde también se encontraba la fosa común del cementerio. A continuación tambien se celebraban otras misas en el interior de la parroquia y ese día la gente solía acudir en masa a visitar las tumbas o nichos de sus seres queridos haciendo un recorrido por todo el cementerio.
Desde que
las campanas tocaban a difuntos el ánimo se entristecía. Era ese día dos de
Noviembre dedicado a asistir a la misa de difuntos al alba y a continuación
visitar en el cementerio, las tumbas de los parientes, enjalbergarlas los más
tardíos y decorarlas con flores. Los cultos del día eran tres misas de
difuntos por la mañana para que toda la gente pudiese asistir en un momento en
que la iglesia se llenaba, la novena con sermón por la tarde, y canto de
"lamentos" y responsos. El montaje del altar en el que predominaba el
negro con las velas amarilla y delante el túmulo fúnebre imponían una sombría
visión que se apoderaba del ánimo de cualquiera. Era un día en que la familia se juntaba, recordaba
historia de los antepasados y solía comer reunida unos platos especiales. Era
tradición comer migas, poleá y boniatos cocidos y de sobremesa los dulces
llamados “buñuelos de viento” y “huesos de santos”.
En Noviembre
especialmente en la primera mitad del mes, la Cofradía de las Ánimas organizaba
en diversas ocasiones el Rosario de Ánimas. Como hemos indicado el día de Todos
los Santos era un día de celebración festiva en el que por la mañana la gente
acostumbraba ir de gira al campo a comer, sin embargo al caer de la tarde, es
decir en la víspera del día de los Difuntos después del rezo de la Novena de
Ánimas ya salía el Rosario de Animas recorriendo las calles del pueblo. El
cortejo alumbrándose con velas hacía estación a retablos callejeros de ánimas,
cruces e incluso al cementerio. El cortejo se organizaba desde principios del
siglo XVIII estaba presidido por un cura junto al Simpecado de la cofradía,
morado con un lienzo en el centro representando las Ánimas Benditas. En este
rosario no había más instrumento que unas campanillas que tañía el coro de los
cofrades que iba en medio del cortejo. En el rosario no se recitaba el Gloria,
sino que se cantaba el Réquiem Aeternum. También durante el rosario el coro
cantaba responsos y coplas sobre el tema de la muerte, mientras otros cofrades
pedían limosnas al pueblo que presenciaba el cortejo. El Rosario se celebraba
durante los nueve días de la Novena de Difuntos u otros días señalados del mes
de Noviembre en particular los lunes. El día posterior a la Novena, es decir a
partir del diez de noviembre se celebran por la mañana (como siempre era
costumbre hacer las misas) tantas misas en sufragio de las ánimas como se
pudiese según la limosna recaudada en los Rosarios de los días anteriores. El
Rosario de Animas salía en ocasiones en la tarde-noche y otras veces al clarear
el día el tras el toque de Oraciones (hora Prima). Los Rosarios callejeros de
Ánimas inician a declinar en la segunda mitad del XIX, y a partir de entonces
la devoción se limita al interior de las iglesias durante el mes de noviembre,
donde se seguían cantando las coplas de Ánimas.
El resto del
mes de noviembre era frecuente acudir al cementerio para rezar a los difuntos y
levar flores nuevas, especialmente crisantemos que la gente cultivaba en sus
corrales o en las macetas de sus patios. También la gente encargaba decir misas
por sus difuntos en la iglesia o en las ermitas del pueblo (la Soledad, San
Juan, la Magdalena o en la capilla del Hospital).
En Coria en
el teatro Quevedo en la segunda mitad del s. XIX también representaba la obra
“Don Juan Tenorio” (1844) de José Zorrilla por un grupo de actores foráneos o
locales. Esta representación u otra de parecida inspiración se hacían por estar
muy relacionada con el tema de la muerte y el acto final de la obra indicada
tiene lugar en la noche de Todos los Santos. En definitiva el mes de noviembre
por el ambiente en que se vivía bien se podía llamar con propiedad, “el mes de
los difuntos”.
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