LA
PRIMERA CORTA DEL GUADALQUIVIR: LA DE MERLINA (1794). (I) EL GUADALQUIVIR Y SUS
PROBLEMAS
Adaptado del artículo “Scipion Perosini,
ingeniero: autor de la primera corta del Guadalquivir. La de Merlina (Dos
Hermanas 1794)”. Pedro Sánchez Núñez. Rev. Feria Dos Hermanas (2012).
Por ello
agradezco la gentileza de su autor Pedro Sánchez Núñez de permitir engarzar en
este blog tan brillante trabajo historíco que es una preciosa alhaja del que
vamos a poder disfrutar los internautas.
Desde
los tiempos más antiguos se venían estudiando las condiciones de navegabilidad
del Guadalquivir. Estrabón y Plinio nos dan noticias sobre la navegabilidad del
río hasta Córdoba. Lorenzo Abad Casal en su obra se refiere a que su
navegabilidad normal hasta Córdoba estaría resuelta en tiempos históricos
mediante barcas de pequeño calado (las “scaphae” y “lintri” romanas), que
permitían incluso adentrarse en alguno de sus afluentes como el Guadiamar
(“Mainoba”), el Corbones, el Guadajoz (“Salsum flumen”) y el Genil (“Singilis”)
hasta Ecija. En la época romana, que tantas obras hidráulicas importantísimas
nos legaron, existía un “procurator ad ripam Baetis” que tenía la misión de
cuidar todo lo concerniente al río y las medidas para asegurar el adecuado
funcionamiento que garantizara su navegabilidad y buen uso.
Y
es que el problema era, y sigue siendo, la dificultad inherente al calado del
río, sus aterramientos y meandros y por supuesto la barra de Sanlúcar. Bonsor y
Thouvenot, con distintas matizaciones, ratifican que el mantenimiento de la
navegabilidad del río requería continuos estudios y obras para corregir los
problemas que se iban planteando como consecuencia de los requerimientos de las
naves cada vez mayores y, sobre todo, de la propia vida del río, sus avenidas y
la degradación de sus márgenes por la erosión, sin olvidar los naufragios y los
consiguientes depósitos continuos de materiales en su cauce.
Cádiz era uno de los principales puertos de España entre s.
XVI-XIX . Aunque en principio actuaba como puerto subsidiario del de Sevilla,
pronto se convirtió en el punto de partida de la Flota de Indias. Allí
atracaban los galeones que procedían de las Indias, que no podían llegar a
Sevilla sino sólo a Cádiz, donde se produce el alijo a urcas más apropiadas par
ala navegación fluvial y llevar las mercancías a Sevilla. Esto fue así por las
malas condiciones de navegabilidad del Guadalquivir hasta Sevilla con múltiples
complicaciones de bajos y zonas de tornos que alargaban el viaje y obligaban a
esperar vientos favorables y cambiantes, el efecto acusado de las mareas sobre
la navegación etc. Por esta causa, en 1717 el monopolio comercial con las
Indias pasa totalmente a Cádiz.
Abad
Casal [1] dice que en las riberas del Guadalquivir debieron existir muchos
puertos pequeños y embarcaderos, de manera que “cada ciudad y cada pueblo
ribereño tendría el suyo propio, e incluso cada fundus y gran propiedad
agrícola contaría con un embarcadero para su propio servicio. Hasta aquí se
traerían los productos, sobre todo el aceite, para que los recogieran los
barcos y los llevaran río abajo. No tiene nada de extraño esta idea puesto que
en el pleito que mantuvieron los Pedrosa y el Concejo de Sevilla sobre la
compra de Dos Hermanas se argumenta por Sevilla que si compra Pedrosa Dos
Hermanas podría embarcar desde sus tierras (precisamente el meandro donde se
efectuó la corta de Merlina, de la que hablaremos más adelante) los productos y
burlar la aduana de Sevilla con detrimento de las Hacienda Real [2]
En el “Diccionario de
Hacienda” de José Canga Argüelles [3] se reseñan aspectos de interés sobre la
atención que históricamente se dedicaba al río Guadalquivir:
“En el año 1524 se
trató de hacer navegable el Guadalquivir hasta Córdoba; se agitó en el año de
1628 en cuyo tiempo se dio principio a la empresa; la cual se promovió en el
año 1787, reducido a hacerlo navegable desde Sevilla hasta el mar, habiéndose
valuado el coste por don Scipion Perosini en 4.250.000 reales. Pero quedó en
plan hasta que se volvió a promover el año de 1815…”
Descartados de momento los proyectos de
actuación en la Barra, las propuestas se dirigen a la rectificación del cauce,
que será el objetivo de los numerosos proyectos formulados a lo largo del siglo
XVIII y de la primera obra ejecutada con éxito a finales de ese siglo. Realmente,
la primera propuesta de corta de tornos o meandros había sido la que se
contenía en el “Arbitrio para el remedio de las avenidas de esta Ciudad de
Sevilla” de Martín de Urozberoeta. En ella ya se establecía la vinculación de
la mejora de las condiciones de navegación con las de desagüe y consiguiente
disminución de los perjuicios producidos por las inundaciones. Se proponía la
corta de cinco meandros: los del Copero, Borrego, Brazo del Medio, Brazo de la
Torre y, en primer lugar, el de Merlina. En el documento se señalaba así mismo
que las obras habrían de ser facilitadas por las propias mareas y avenidas que
“ayudarán a llevar el barro, y se ahondará y ensanchará la canal en la tierra
blanda…”[3]
Para cubrir la distancia desde Sevilla a Sanlucar por el Guadalquivir
en el último tercio del s. XVI (máximo esplendor del comercio con las Indias) a
veces se empleaban 7 días de navegación (se tarda en cambio sólo 3 días en
arribar a Canarias desde Cádiz), por eso los viajeros se van andando desde
Sevilla para embarcar allí pues de esta manera se tardaba sólo tres días. El
santuario de Consolación de Utrera se convierte en punto de especial devoción
de cuantos emprenden este viaje a pie desde Sevilla, como prueba de ello la
virgen de Consolación porta un galeón de plata en la mano como ofrenda
agradecida de un devoto viajero del mar ( el galeón de plata es hueco con
posible uso de perfumador). Este problema en la navegación por el Guadalquivir
tiene diversas causas : la falta de viento que no permite navegar a bolina como
en el mar, y sobre todo falta de calado del río. Ello obliga a la navegación
con sirga sobre todo en el tramo de los meandros y el empleo de “prácticos”,
patrones del río muy expertos. Cuando un barco preparado para navegar en el mar
daba en un bajo de arena en muchas ocasiones se hundía pues su arboladura lo
desequilibra, a lo que ayudaba no poder estar lo suficientemente lastrado para
no chocar en los sitios con poca profundidad. Desde 1680 aprox. los galeones
que procedían de las Indias no llegan a Sevilla sino sólo a Cádiz donde se
produce el alijo a urcas más apropiadas par ala navegación fluvial por esta
causa, en 1717 el monopolio pasa totalmente a Cádiz. En 1780 aprox. libre
comercio de los puertos interés de nuevo en hacer navegable el río y toma
cartas en este asunto el Consulado de Sevilla, equivalente a lo que sería más
tarde Junta de Obras del Puerto. Ya se desecha por inviable el proyecto de
hacer navegable de forma completa el Guadalquivir desde Sanlucar hasta Córdoba
como en época romana y se centran los esfuerzos en mejorar tan sólo el tramo
desde Sevilla hasta el mar. El puente de barcas de Triana, no fue sustituido
por otro de piedra hasta mediados del s. XIX pues en todo ese tiempo hubo una
esperanza mantenida de poder comunicar Sevilla con Córdoba. En 1780 Antonio
Pizarro presenta un proyecto técnico muy bien elaborado para mejorar la
navegación bajo los auspicios de la Sociedad Económica de Amigos del Pais de
Sevilla [4]. Este proyecto no se aprueba porque España venía de una guerra, y
no es adecuado poner impuestos para la navegación porque el contribuyente
sevillano esta exhausto. No obstante el Consejo Real decide en este interin
aprobar las obras a costa de vender las Islas del Guadalquivir propiedad de la
ciudad de Sevilla. Esta solución crearía un gran malestar en los ganaderos de
Sevilla que hacían uso de las referidas Islas, quienes interpusieron pleitos
que se prolongarían por espacio de decenas de años.
Es lo cierto que los estudios realizados sobre el río
Guadalquivir a lo largo de su historia aseveran que las dificultades en la
navegación provocaron que, poco a poco, los capitanes de las embarcaciones se
negasen a subir hasta Sevilla para descargar la mercancía y la actividad
comercial se empieza a desarrollar en Cádiz. Los problemas para Sevilla se
acrecentarían después cuando, por la disminución del calado y el crecimiento
del tapón en la desembocadura, las riadas anegaron varias partes de Andalucía.
En el siglo XVII, según varios estudios, el Guadalquivir se desbordó alrededor
de 20 veces.
La sirga era el modo navegación
antiguamente muy empleado en ciertos tramos dificultosos del Guadalquivir donde
la “canal” del río se hacía estrecha o había un torno en el cauce como el de la
Merlina a la altura de Coria. El trabajo de los sirgadores consistía en el
remolque de las urcas y naos tirando de ellas desde tierra por un camino
desbrozado para tal fin con una gruesa soga de la misma denominación. En
ocasiones este trabajo se ayudaba de otra barca que tiraba desde el río o que
atravesaba a los sirgadotes a la orilla contraria, cuando el ángulo de tiro no
era el adecuado.
Martín de Urozberoeta
[3] citado anteriormente puntualiza:
“A lo largo del siglo
XVIII por el valle del Guadalquivir vemos desfilar a algunos de sus más
caracterizados miembros empezando por su iniciador, el Ingeniero General
Marqués de Verboom, autor de un proyecto fechado en 1723, del que se ejecutó en
parte hasta 1755 la obra de defensa de la zona de la Barqueta llamada Patín de
las Damas, pero sin que se acometieran las restantes obras previstas, que
pretendían la mejora de las condiciones de navegación del río.
El Marqués de
Monterrubio elevó propuesta al Rey en 1758 sobre la necesidad de fortalecer las
defensas del Patín de las Damas y de realizar la corta del “torno de Coria”,
así llamado el “torno de Merlina” porque se encontraba frente a Coria. El 18 de
marzo de 1769 Carlos III dicta una Real Provisión en la que se contiene una
actuación general sobre el río desde Bonanza hasta Córdoba por medio de obras
de gran envergadura, entre ellas las de las Cortas de la Mercadera, Coria y el
Borrego, que se debían realizar en veranos consecutivos. En 1765 emite informe
Matías de Figueroa sobre las avenidas del Guadalquivir y plantea el carácter
ineludible de las cortas de Merlina y Borrego. Francisco Pizarro y Francisco
Fernández de Angulo emiten sendos estudios sobre el estado del río y “las
tortuosidades que con el transcurso del tiempo ha ido tomando, perdiendo su
rectitud que antiguamente tenía…En 1783 se dictan Reales Resoluciones y Ordenes
sobre obras en el Guadalquivir si bien indicando que su financiación no debería
ser gravosa para la Real Hacienda, por lo que el asistente de Sevilla, López de
Lerena propone vender suertes de 50 fanegas de tierra de las islas Mayor y
Menor para financiar las obras.
En 1784 se constituye
una Comisión de Estudios para analizar las obras a ejecutar, y el capitán de navío
Manuel Sánchez Bort propone ejecutar sin más demora la “corta de Coria”. En
1792 se elaboran sendos proyectos por Francisco Pizarro (Maestro de Matemáticas
del Real Seminario de San Telmo), Manuel Bernardo Mateos (Arquitecto mayor de
la Ciudad) y Félix Caraza (Arquitecto Hidráulico) proponiendo ejecutar la Corta
de Merlina, cuyos proyectos fueron rechazados por lo que, por Real Orden de 19
de agosto de 1794, se encarga a Scipión Perosini la dirección de las obras de
la corta de Merlina “para solventar una serie de discrepancias locales que
existían sobre la cuestión”. [5]
NOTAS
[1] Abad Casal, L. El Guadalquivir, vía fluvial romana, Ed. Diputación
Provincial, Sevilla, 1975 pp. 62 y ss.
[2] Antonio López Gutiérrez – Pedro Sánchez Núñez, Dos Hermanas en el
siglo XVII, Dos Hermanas 1991, p. 114.]
[3] José Canga Argüelles, Diccionario de Hacienda con aplicación a
España, Madrid 1834, p. 273.]
[4] Castillo Martos M.,
Rodríguez Mateos J., Suárez Japón Juan Manuel. Sevilla y su río en el siglo
XVIII: un proyecto ilustrado para la mejora del cauce del Guadalquivir.
Secr. Publicaciones de la Universidad de Sevilla, 2012
[5] José María Gentil Baldrich, La Dirección General de Caminos, y
otros personajes, en 1823, en Historia y Cultura de la Ingeniería Civil, Revista
de Obras Públicas, mayo 1997, núm. 3365, pp. 64 ss. Scipion Perosini nació en
Italia seguramente a mediados del siglo XVIII, trabajó en España como
arquitecto e ingeniero hidraúlico al servicio del rey Carlos III, vivió por
tanto de manera habitual en Madrid. Debido a sus buenas relaciones con la corte
se le encargó la primera corta que se realizó en el río Guadalquivir en 1795,
la que eliminó el peligroso torno de Merlina. Anteriormente en 1789 por encargo
del Conde del Aguila, Procurador Mayor de la Ciudad de Sevilla, el Ingeniero
Scipion Perosini el diseñó el catafalco que presidió las honras que el Cabildo
secular celebraría por Carlos III en la Catedral.
Se efectuaron diversos estudios para realizar una corta en el Río a la altura de Coria, tras la constitución en 1784 de una comisión de estudios para analizar las obras a ejecutar en el Río por el Real Consejo, proponiendo el capitán de navío Manuel Sánchez Bort la ejecución de la Corta en Coria como prioritaria. En 1792 se elaboran sendos proyectos por Francisco Pizarro (maestro de matemáticas del Real Seminario de San Telmo) Manuel Bernardo Mateos (Arquitecto Mayor de la Ciudad) y Félix Caraza (como arquitecto hidráulico). Dichos proyectos fueron rechazados y encargado el que finalmente se ejecutó en 1794 al ingeniero italiano Scipion Perosini.
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