Vida y hábitos religiosos en el siglo XIX . Caso de Coria del Rio.
España,
a lo largo del siglo XIX, fue en cierto modo haciéndose progresivamente menos
religiosa, era pues más anticlerical y más plural de lo que habitualmente se
admite. Dominaba la ignorancia religiosa, siendo la practica religiosa de gran
parte de los españoles pobre de tipo devocional y escasamente litúrgica.
Grandes masas no eran practicantes o solo lo hacían de manera rutinaria o
desafecta. Ello dio motivo a ocasionales manifestaciones de anticlericalismo.
Mientras que el devocionalismo para los
católicos practicantes era uno de los rasgos más
destacados de la vida espiritual de la época,
Destacan en este sentido el culto al Santísimo
Sacramento, las ánimas Benditas, a la santísima Virgen (Inmaculada, Rosario y
del Carmen especialmente) y de manera incipiente al Sagrado Corazón de Jesús.
En
todo caso en este articulo vamos a hablar de las prácticas religiosas tal como
se daba en el s. XIX y que lógicamente poco podían diferir de cómo se daban en
Coria.
La misa diaria era la del Alba donde acudían los más devotos y en especial las mujeres que el pueblo denominaba “beatas”, que la seguía con su misal de bolsillo puesto que se oficiaba toda en latín y con un velo negro en la cabeza que era obligatorio para las mujeres. El domingo también había Misa de Alba, pero a mediodía se decía la Misa Mayor, cuyo sermón lo hacía el cura desde el púlpito y era la única parte que era en castellano. Los temas principales de los sermones son: verdades eternas, pecados, mandamientos, eucaristía, la pasión y la Virgen.La comunión se recibía en las misas primeras o del Alba, mientras que en la Misa Mayor del mediodía no se podía comulgar en razón del ayuno previo que debía prolongarse por espacio de 12 horas. En ciertas iglesias, la comunión se daba después de la misa o en el sagrario teniendo como telón de fondo la misma misa. También durante la misa solía tener lugar la confesión de algunos fieles, si bien esto no era muy frecuente puesto que la mayoría de la gente no confesaba sino en cuaresma o en caso de peligro de muerte.
La misa diaria era la del Alba donde acudían los más devotos y en especial las mujeres que el pueblo denominaba “beatas”, que la seguía con su misal de bolsillo puesto que se oficiaba toda en latín y con un velo negro en la cabeza que era obligatorio para las mujeres. El domingo también había Misa de Alba, pero a mediodía se decía la Misa Mayor, cuyo sermón lo hacía el cura desde el púlpito y era la única parte que era en castellano. Los temas principales de los sermones son: verdades eternas, pecados, mandamientos, eucaristía, la pasión y la Virgen.La comunión se recibía en las misas primeras o del Alba, mientras que en la Misa Mayor del mediodía no se podía comulgar en razón del ayuno previo que debía prolongarse por espacio de 12 horas. En ciertas iglesias, la comunión se daba después de la misa o en el sagrario teniendo como telón de fondo la misma misa. También durante la misa solía tener lugar la confesión de algunos fieles, si bien esto no era muy frecuente puesto que la mayoría de la gente no confesaba sino en cuaresma o en caso de peligro de muerte.
En
las misas el sacerdote que permanecía prácticamente durante toda la ceremonia
de espaldas al público, seguía la ceremonia de memoria y también mediante el
texto en latín dispuesto en diversos atriles en el altar. En muchas ocasiones
se simultaneaban la misa del altar mayor con otras dispuestas en los diversos
altares de la iglesia y dichas como sufragio por difuntos que habían dejado
mandas y capellanías establecidas. Si bien esta costumbre disminuiría a partir
de la desamortización de 1834 que desproveyó de fondos para estos fines. La
falta de comprensión de la misa en latín, hacía frecuente que las mujeres
mientras duraba la misma rezasen el rosario contemplando los misterios
dolorosos de la Pasión, pues estos daban lugar a la meditación sobre el
sacrificio de Jesús en su cuerpo y su derramamiento de sangre al que se refiere
el sacrificio eucarístico.
Las
misas que se decían en latín conforme a las normas del concilio de Trento,
misas tridentinas que se celebraban principalmente al alba todos los días y se
llamaba también misa de (hora) Prima. El motivo de esa hora era el hecho de que
la Resurrección de Jesucristo había ocurrido en la mañana antes del alba, como
decía San Cipriano de Cartago escribe sobre la celebración dominical :
“celebramos la Resurrección del Señor en la mañana.”. Por otra parte la “hora
tercia” (es decir, 9:00 a.m.) se consideró como “canónica” para la Misa Solemne
de domingos y días de fiesta. Hay que recordar que para tener el horario solar
a la hora actual hay que restarle 2 horas en verano y una hora en
invierno-primavera. En el siglo XIX, España regía el tiempo por el sol, de
forma literal. La hora civil oficial hacía referencia al Meridiano de Madrid,
que se aproxima al de Greenwich, pero siguiendo la hora solar local esta era
diferente dependiendo de las coordenadas de cada zona. Así, Galicia tenía una
hora diferente a las Islas Baleares, ya que un gallego ve salir el Sol más de
50 minutos más tarde que un balear. El siglo XX trajo consigo la hora del
Meridiano de Greenwich (GMT+0:00) para toda España, pero a partir de 1942, los
relojes españoles por decisión del General Franco empezaron a marcar un hora
mas para así sincronizarse con el horario europeo ( GMT+ 1 en invierno y GMT+2
en verano con lo cual en España se sigue la misma hora oficial que en
Alemania).
Por
eso los domingos además de la Misa de Alba se celebraba la misa Solemne
(generalmente cantada y con el concurso del diácono y subdiácono) a la que
lógicamente en tal día festivo solía acudir más fieles.
Por
otra parte como el ayuno eucarístico, exigía entonces 12 horas sin comer antes
de poder comulgar no se podía cenar sino en el día anterior sobre las 6 de la
tarde que coincidía justo después del atardecer (hora bastante común para este
propósito), no obstante si se asistía a la misa de Tercia el domingo se podía
tomar la cena hasta aproximadamente las diez de la noche del sábado. Se
recomendaba hacer el ayuno eucarístico aún cuando no se fuese a comulgar sólo
por el hecho de asistir a misa. De todas formas el común de las personas no
comulgaban en la misa pues era sólo recomendable el hacerlo por Pascua Florida
(entre Pascua de Resurrección y Pentecostés o Pascua del Espíritu Santo) al
menos una vez. Por este motivo la Misa Solemne con su correspondiente sermón se
hacía los domingos y días festivos a tal hora, mientras que a su vez en los
días de diario para las personas muy pías el horario de la Misa de Alba les
permitía después de tal misa ir a su trabajo o comenzar sus labores diarias.
Otra
situación respecto a las misas era la participación de los feligreses en la
comunión. En el s. XIX la mayoría de los fieles no comulgaba más que en Pascua
y en las grandes fiestas; además la comunión se recibía en las misas primeras o
del alba, mientras que en la misa mayor no se podía comulgar en razón del ayuno
previo que debía prolongarse por espacio de 12 horas. En ciertas iglesias, la
comunión se daba antes y después de la misa o en el sagrario teniendo como telón
de fondo la misa, durante la cual
muchos fieles se iban confesando. Esta situación se cambió por decreto del Papa Pio X en 1905 promoviéndose la comunión frecuente, y no después de la misa sino durante la misma.
muchos fieles se iban confesando. Esta situación se cambió por decreto del Papa Pio X en 1905 promoviéndose la comunión frecuente, y no después de la misa sino durante la misma.
Las
misas de diario eran “misas privadas” es decir en la que el celebrante
escasamente interactuaba con los fieles, de tal forma que en tal situación
podía en la misma iglesia a la misma hora estar otro celebrante diciendo otra
misa aplicada como sufragio por un alma concreta de un difunto. En efecto las
Misas de Capellanías o una Fundación de Misas (fundationes missarum) estaban a
cargo de un capellán cuya paga salía de un legado de fondos o propiedad real
fijados, cuyo interés o rentas se asignan para la celebración de Misas por el
fundador o según sus intenciones. Aparte de los aniversarios, las fundaciones
de Misas se dividen, según el arreglo testamentario del testador, en mensuales,
semanales y diarias. Si bien después de 1835 con la Desamortización Civil las
fundaciones de Capellanías desaparecieron, no obstante eran todavía frecuentes
los encargos de misas hechas por los difuntos a sus familiares como parte de
“su herencia”, eso si con tan sólo la obligación moral de encargarlas, si bien
esto afectaba también exclusivamente a personas pudientes.
Todo
sacerdote (curato o beneficiado con tal condición debía celebra al menos una
misa diaria, quedando a su discreción celebrar a cualquier hora entre el
amanecer y mediodía (ab aurora usque ad meridiem). Es normal que leería antes
los maitines y laudes de su breviario
Además
en los conventos como el que tuvieron los franciscanos en Coria hasta el primer
tercio del s. XIX la Misa Conventual privada se debía celebrar después de nona
(mediodía 12 h. a.m.) en días de ayuno, así tras “la recitación de nona en coro
sería seguida por la Misa”.
También eran frecuentes: rosarios, triduos,
quinarios y novenas. En la iglesia de Coria el suelo era terrizo y el público
no disponía de bancos, en todo caso se podían llevar alguna silla desde su
casa.
En
relación a las misas había personas de “comunión diaria”, pero lo habitual era
seguir en sentido reduccionista el mandamiento de la Iglesia de confesar y
comulgar al menos una vez al año por Pascua Florida (Pascua de Resurrección es
decir entre el Domingo de Resurrección y Pentecostés). Así lo acostumbraban a
hacer muchas personas, esta costumbre indujo por otra parte a que los niños
hiciesen la Primera Comunión en ese periodo, como también actualmente se hace.
Al respecto de la Primera Comunión en el siglo XIX la práctica habitual de la
Iglesia fijar la edad de 12 años para los niños o 14 años para las niñas. Así
accedían a los sacramentos de la confesión y comunión cuando terminaban
respectivamente el colegio y se daba por supuesto que con la enseñanza del
catecismo los chicos de ambos sexos ya estaban preparados (Así fue hasta que el
Papa Pio X en 1910 fijó la edad de siete años cuando se consideraba que se
alcanzaba el uso de razón). Por tanto lo habitual es que no hubiese catequesis
de preparación a la comunión en la iglesia, sino que el párroco acudía a la
escuela para darla o para saber si el maestro había impartido el catecismo con
el aprovechamiento conveniente. Algunas personas que no iban al colegio no
hacían la comunión sino sólo cuando ya se iban a casar. Para solemnizar la
Primera Comunión que se hacía en cualquier misa de manera individual por cada
niño o niña, cuando la familia era rica los chicos hacían la comunión vestidos
con un traje gris o negro con un lazo blanco en el brazo, mientras las chicas
vestían como pequeñas novias de blanco con velos en la cabeza, eso sí sin
cubrirles la cara.
En
relación al Bautismo era costumbre bautizar los niños a los 8 días de nacer (a
igual que María hizo la presentación de Jesús en el Templo) o una vez
transcurrida la cuarentena. La celebración del mismo corría por cuenta del
padrino y cuando este era una persona adinerada, los zagales acudían voceando:
“¡El padrino esta “abollao”, mas que un latón, que lo tire a pelón!” y entonces
esperaban que tirase muchas monedas en calderilla que los niños recogían en el
suelo y se disputaban con entusiasmo.
La
Confirmación no era tan general como el Bautismo, se aplazaba hasta una edad
entre los dos y los siete años tras el bautizo del niño. Generalmente se hacia
más bien hacia los siete años en el caso que lo desearan los padres cuando el
obispo o su vicario visitaba el pueblo.
La devoción al Sagrado Corazón se fue extendiendo
a finales del s. XIX entre los católicos como respuesta de expiación a la
creciente impiedad que se iba extendiendo. Era frecuente poner un azulejo con
una imagen del mismo en la fachada de algunas casas como signo de consagración
de esa familia.
En
relación a los entierros a estos debían asistir todos los sacerdotes de la
parroquia a la que perteneciera el difunto (en Coria en el 1848 el párroco y
dos curas beneficiados), mas el sochantre, el sacristán y los monaguillos.
Estos clérigos acudían a la casa del difunto procesionalmente con el el
sacerdote oficiante en último lugar, precedidos por la cruz parroquial con
manguilla negra. Todo el clero asistente al entierro llevaba velas encendidas
de cera amarilla sin que las debieran apagar hasta que terminase el acto. El
importe de estas velas formaba parte de los pagos a la parroquia que
correspondía a los familiares del difunto. Cuando el difunto pertenecía a
alguna hermandad o cofradía, los hermanos o cofrades asistían al entierro y
llevaban también las insignias o pendones propios de la misma, a veces también
velas y otras veces la familia si era rica solía pagar a 12 pobres un limosna
por llevar velas y acompañar al féretro. Una vez que tras un responso en la
casa se dirigían de nuevo a la parroquia las mujeres lo hacían después de los
hombres y a veces por calles diferentes, en muchos casos si se trataba de una
viuda esta permanecía en la casa. Durante el recorrido del entierro se solían
hacer posas o paradas de toda la comitiva con el fin de que los eclesiásticos
cantaran responsos por el difunto. Si el entierro tenía lugar por la mañana, se
oficiaba misa cantada de cuerpo presente, pero si el entierro era por la tarde
la misa se decía al día siguiente. Una vez finalizada la misa se procedía a la
inhumación en el cementerio que hasta 1861 estuvo en Coria a espaldas de la
Iglesia. A partir de 1861 se procedía al traslado del difunto en la misma
comitiva hasta el nuevo cementerio que estaba en el cerro de Cantalobos.
Como
manifestaciones publicas de fe eran importantes los cultos a los difuntos de
Noviembre (este siglo supuso el decaimiento de la cofradía de Animas Benditas),
los Vía Crucis Cuaresmales, los rosarios públicos de la aurora en Octubre (el
rosario público fue preferido por el pueblo cristiano a las procesiones de
semana santa,de tal manera que la hermandad de la Virgen del Rosario tuvo sus
momentos estelares en el s. XVIII y XIX, lo mismo es de suponer en Coria), el
Corpus Christi ( decayó en el s. XIX la Hermandad del Santísimo Sacramento,
aunque el ayuntamiento siguió contribuyendo al Corpus) y las procesiones de
Semana Santa ( que en este caso se celebraban de manera poco regular por su
crisis financiera derivada de la Desamortización que se dio en 1835). En Coria
del Río las tres procesiones penitenciales eran las del Cristo con la Cruz
Acuestas, de la Veracruz y de la Soledad con el Santo Entierro). Por otra parte
en este siglo surge en 1848 la peregrinación al Rocio en detrimento de la
romería a Consolación de Utrera que había decaído como tal ya largamente desde
finales del s. XVIII.
En
definitiva para la mitad del s. XIX cuando ya se ha consolidado los efectos de
la desamortización eclesiastica que llevó a las cofradías a restringir sus
cultos públicos y la supresión del impuesto eclesiástico de los diezmos que
contribuyó enormenete a reducir el número de clérigos, se observa un
decaimiento general de las cofradías y procesiones, sufriendo este efecto
inversamente las cofradías que disponían de más bienes en Coria en relación a
las que dependían mayormente de la caridad. La Hermandad Sacramental, la
Estrella y la Animas Benditas fueron de las que se vieron más afectadas por
dicha crisis de ingresos, quedando todas ellas tocadas de muerte. A mi juicio
la del Nazareno, que tenía la mayor devoción entre las cofradías de pasión,
continuó con los cultos públicos desde su capilla del Hospital de la
Misericordia, la crisis le vino cuando esta capilla fue cedida al Ayuntamiento
y hubo de pasar el Cristo Nazareno a la Ermita de San Juan Bautista.
Curiosamente las cofradías de la Soledad y de la Veracruz sufrieron menos esta
crisis por el hecho de tener templos propios. La Hermandad del Rosario muy
apoyada por el clero parroquial se sostiene pero entra en una decaimiento muy
lento pero sostenido en el tiempo. En este panorama general de retroceso de las
hermandades corianas durante la segund mitad del s. XIX, por contra la recien
creada Hermandad de la V. del Rocío aún con sus crisis ocasionales va cobrando
una creciente pujanza, siendo cada vez mayor el número de corianos con devoción
rociana.
El domingo de Resurrección era un gran día de fiesta en
Coria del Río. Muy temprano se clebraban los tradicionales Abrazos. En la
imagen se aprecia la procesión en 1888 de la Virgen de la Soledad ,
que había cambiado su túnica negra de luto del Viernes Santo por otra roja de
gloria.
Unos momentos especiales de la vida religiosa eran la cuaresma en la que la gente se confesaba, se hacían vía crucis por las calles en misiones populares en las que intervenían algunos frailes foráneos con sermones desde los balcones invitando al pueblo a la penitencia. Durante la cuaresma se daba la prohibición de comer carne durante el miércoles de ceniza y los viernes, así en esas fechas ganaba protagonismo los potajes, se comía más pescado y dulces como las torrijas o las orejitas del abad . Cuando comenzaba la Semana Mayor a partir del domingo de Ramos el rigor se hacía mayor, y la gente se abstenía de comer carne o huevos, de proferir malas palabras, de maldecir y hasta de lavarse. Los días del Jueves y Viernes eran días de fiesta en que se cerraban los mesones y se imponía el silencio. En estos dos días mucha gente tomaba parte en los Oficios de Semana Santa y en las procesiones. El Sábado por la mañana las personas permanecen en sus casas en silencio o se acostumbra a rezar el Rosario para acompañar a la Virgen María en su duelo. Hasta que durante los oficios de Resurrección sonaban las campanas señalando la resurrección de Jesús entonces el duelo se convertía en fiesta que se prolongaba hasta el siguiente día el Domingo de Resurrección. Por este motivo era conocido como Sábado de Gloria en ese día en algunos sitios se acostumbraba tirarle agua a la gente que pasaba por la calle. Una tradición que surgió debido a la prohibición de bañarse en Semana Santa.
En cuanto a las oraciones devocionales, los niños y niñas las solían aprender de sus madres en casa como el Padrenuestro, Ave María, Gloria y Salve en castellano lo que constituían las oraciones de rezo privado. Pero en las celebraciones hechas en la Iglesia esas mismas oraciones se hacían en latín, por lo que las personas analfabetas e incultas que eran la mayoría recitaban de oído algo semejante al latín durante las Misas. La celebración de la Misa era entera en Latin incluyendo la lectura del Evangelio y Epístola, por lo que se limitaba al español el Sermón, los avisos y a veces alguna explicación de doctrina o de la misma Liturgia de la Misa y el rezo del Avemaría y de la Salve.
ResponderEliminarLos niños que iban a la escuela aprendían junto a clases y en gran medida según el interés que pusiese el propio maestro o maestra nociones de catecismo e Historia Sagrada también las oraciones en latin. Aunque también era frecuente un “refuerzo” del catecismo y de las oraciones de los niños antes de hacer su primera comunión, esto se hacía una hora antes de la Misa Mayor del domingo, en cuyo caso las enseñanzas solían correr a cargo del sacristán o de algún otro clérigo de ordenes menores. A propósito de aprender las oraciones en latín en este caso se incluía también el Confieso y el Credo estas oraciones estaban pintadas en una tabla que había en una de las paredes del templo. En cuanto al rezo vespertino del Rosario en el templo frecuentemente se hacía en latín (siguiendo un librito o ya de memoria por gente alfabeta) y cuando era por la calle en castellano. Eran el Ave Maria, la Salve y el Padrenuestro las oraciones que conocían toda la gente en castellano y la gente con cultura o piadosa en latin.
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